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Palabras de apertura

II Congreso, 2011

Raquel Macciuci

 

Señor presidente, señor embajador, señor intendente, señora vicedecana, señor presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos y Beneficencia, apreciados colegas y asistentes: muy buenos días.

Después de tres años vuelve a inaugurarse en esta Universidad un congreso, el segundo, dedicado a la Literatura y la Cultura Españolas Contemporáneas. La experiencia de 2008 nos ha permitido llegar a esta  apertura con menos incertidumbres que en la primera ocasión. No obstante, no han faltado algunas alarmas: hace unos meses nos preguntábamos qué rumbo caprichoso tomaría la nube volcánica del Puyehue cuando amenazaba no abandonar sus bocanadas hasta pasado el mes de octubre. Tampoco sabíamos los efectos que tendrían sobre el congreso las inestables cifras de las plazas financieras, tan alejadas de nuestro oficio pero tan próximas si de la economía doméstica se trata. Debo decir que los altibajos produjeron algunas sentidas ausencias, tanto de invitados especiales como de expositores.

Por eso mismo, nos complace agradecerles haber superado los posibles imprevistos con los que hayan podido encontrarse durante el año largo que insume programar la asistencia a un congreso. Repetimos, porque nos interesa que así sea, el formato de dimensiones reducidas, con el fin de facilitar el debate sobre problemas de un campo de conocimiento específico. Todos los paneles dispondrán de un momento exclusivo y no habrá más de cuatro mesas paralelas en cada una de las sesiones programadas.

Si estamos aquí pese a todo, y en ese todo incluyo la celebración de importantes reuniones científicas muy próximas y hasta superpuestas en la agenda universitaria, no me parece ocioso detenerme en el motivo que nos convoca.

El alcance del concepto ‘literatura y cultura españolas contemporáneas’ puede variar en diferentes ámbitos académicos, y eventualmente, dar lugar a confusiones. Pero la duda se disipa si se lee el programa de la asignatura de la carrera de grado que incluye estos contenidos, los cuales se  inician en el siglo XVIII y llegan hasta nuestros días, con unos determinados autores y obras, en el marco plural de sus culturas.

Gran parte de los que estamos aquí somos profesores que impartimos clases y muchos lo serán en el futuro. Como profesionales universitarios, nos reconocemos por nuestras investigaciones, pero creo que más aún por lo que enseñamos: los estudiantes nos identifican con la asignatura tal…, la cátedra de… Este congreso no se podría explicar sin la cátedra de Literatura Española II, aunque no figure en ningún sello del programa ni de los afiches. Sin embargo nunca debe confundirse la especificidad con un territorio vallado; buscamos justamente lo contrario. Este ciclo de congresos es resultado de una concepción medular sobre el saber que nos congrega, apuntalada con el tiempo y cuyas bases sentó sabiamente hace más de 15 años el siempre recordado profesor Hugo Cowes. Fue él quien instó a que la literatura española formara parte, junto con sus hermanas argentina y latinoamericana, de un centro de investigación que tendría en la reflexión teórica sus perfiles maestros. Así como no se concebiría este congreso sin una cátedra que lo sustentara, tampoco serían posibles sus actuales lineamientos sin un Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria y sin la fecunda serie de congresos Orbis Tertius. Un resultado feliz de la integración buscada es la numerosa presencia de especialistas y expositores provenientes de otras disciplinas que han encontrado vínculos, temas, problemas en tránsito de un campo a otro, idóneos para ser abordados aquí.

Con el mismo fundamento de afianzar la parte desde el todo, subrayamos los saberes específicos porque nos parece demostrado ya en forma ajustada que la tendencia al acercamiento interdisciplinar debe asentarse primero y básicamente en un riguroso conocimiento del campo de pertenencia. Del mismo modo, entendemos que la apertura y el intercambio contribuyen, aunque parezca contradictorio, a lograr una voz, una identidad y unas coordenadas propias en un territorio muy extenso, atravesado por un juego de alteridades: por razones geográficas y culturales, los estudiosos de la literatura española contemporánea en estas latitudes y en este lado del Atlántico, somos algo así como los otros de las literaturas iberoamericanas del nuevo mundo –y digo iberoamericanas porque intuyo que los colegas brasileños comparten circunstancias similares. Y especularmente, representamos los otros para el campo científico del compacto aunque cantonalizado norte; somos aquellos que nos desenvolvemos lejos del territorio geográfico y de la gran masa crítica de la literatura española, esto es, la producida en España, en Europa, en los Estados Unidos.

El diálogo, metafórico y concreto, ha sido y es la llave para seguir tendiendo puentes. La serie de ejes temáticos que estructuran el encuentro surgió de una práctica sostenida, de un trabajo con raíces sólidas que concibe la literatura española contemporánea internacionalizada y en buenas relaciones con las disciplinas humanísticas, con las bellas artes, con las ciencias sociales. Cómo no mencionar entonces la importante apuesta de introducir el lenguaje cinematográfico, si dedicamos a los cincuenta años de El Pisito de Rafael Azcona la mesa monográfica de nuestro primer congreso. Cómo no aludir al mundo editorial, si en esta facultad existen prestigiosas investigaciones sobre el mercado del libro hispano y además, quienes organizamos este congreso nos hemos embarcado recientemente en la ímproba aventura de crear un sello bautizado Ediciones del lado de acá. Cómo no hacer referencia al entendimiento con la historia, si hemos otorgado a la Constitución de 1812 el estatuto de tema especial del segundo congreso. En esta incompleta serie de cruces disciplinares, no es casual, ni menor, como se verá, que literatura y memoria aparezcan estrechamente unidas en un alto número de trabajos dedicados al pasado reciente.

A la serie de puntales básicos mencionados, una cátedra (es decir, la enseñanza) y un centro de estudios (es decir la investigación), debe añadirse otro contrafuerte esencial: el trabajo en red con maestros y colegas de otros espacios académicos siempre dispuestos a tender manos, puentes y pasajes, de ida o de vuelta. Aunque no hayan podido concurrir en persona, están con nosotros el profesor Joan Oleza de la Universidad de Valencia, Facundo Tomás, de la Universidad Politécnica de Valencia, el doctor Jon Kortazar de la Universidad del País Vasco. Por suerte, sí está aquí, después de afrontar el insondable albur de los aeropuertos, el profesor Christian Wentzlaff-Eggebert, de la Universidad de Colonia, incansable explorador de vías y atajos académicos.

Siempre hay personas detrás de la impersonalidad de las instituciones. No por previsible eludiré el momento de los agradecimientos. Para no caer en listas prolijas y probablemente injustas e incompletas, me concentraré en unos pocos nombres que comparten la singularidad de haber jugado un papel esencial en los dos congresos realizados hasta el momento. Desde el área de la Presidencia de la Universidad Nacional de La Plata, el doctor Fernando Tauber y el licenciado Carlos Guerrero nos otorgaron, junto con el espacio de Expo Universidad,  un voto de confianza en 2008 que fue renovado en 2011.

Desde la Facultad de Humanidades, el doctor José Luis de Diego, que por decisión propia está entre el público y no en el estrado, también evaluó hace tres años que el proyecto de congreso tenía entidad y contaba con recursos humanos capaces de llevarlo a cabo, situación que se reiteró para esta reunión científica.

Con similar don para alisar caminos, la doctora María Teresa Pochat, antigua profesora de la Facultad de Humanidades, apoyó siempre múltiples proyectos de la cátedra. A pesar de no pertenecer ya al plantel de profesores, jugó un papel decisivo en la creación de Olivar, Revista de literatura y cultura españolas y en esta ocasión nos acompaña formando parte del Comité Científico.

No puedo dejar de mencionar, aun con riesgo de ser reiterativa, el apoyo de la Oficina Cultural de la Embajada de España, decisivo para se materialicen muchas de nuestras iniciativas, entre las que destacan, naturalmente, los congresos de 2008 y 2011. La presencia del señor embajador en este acto inaugural pone de relieve esta fecunda vía de colaboración y nos honra de muy especial manera.

Concluiré con un comentario que iba a ser un simple gesto de urbanidad y, como en los versos finales de un soneto barroco, ha terminado concentrado una gran densidad de sentidos: por razones de programación ajenas a nosotros, no vamos a sesionar en el Pasaje Dardo Rocha, espacio habitual de los congresos de la Facultad de Humanidades. La sede, como habrán podido ver, se reparte entre este edificio central y la vecina facultad. Nos preocupó, al principio, no contar con un espacio especial para el encuentro, pero al mismo tiempo nos pareció enriquecedor que los visitantes tuvieran contacto con el día a día de la rutina académica. Por eso nos sentimos orgullosos de poder mostrar dos ámbitos que tan unidos y tan vecinos, conforman un binomio en permanente oxímoron: el edificio central, noble y sobrio, acorde con el proyecto de universidad de los fundadores y de sus grandes reformadores; el otro, hosco, nada amigable, diseñado sobre el modelo de una cárcel por una dictadura, la del general Onganía y puesto en funcionamiento por otra, la última y más cruenta dictadura militar de Argentina.

Muy pronto la Facultad de Humanidades se mudará a un nuevo edificio (sombría paradoja, el predio fue sede del Batallón de Infantería de Marina n° 3 y centro clandestino de detención). Para muchos de ustedes probablemente se trate de la última oportunidad de conocer la que será en dos años más, la vieja Facultad de Humanidades, y de contemplar en el primer piso la placa con los nombres de los detenidos desaparecidos que estudiaban allí.

Sin duda entonces quedará explicado por qué es muy alto el número de conferencias y comunicaciones dedicadas al pasado reciente, otro territorio sobre el que España y América iniciaron hace años un coloquio moralmente edificante.

Afortunadamente, hoy es posible caminar por los pasillos de la Facultad de Humanidades sin vigilancia armada ni miradas espías, y en cambio, reencontrar –los poetas me ayudarán a expresarlo– a aquellos que en la longa noite de pedra el pelotón de verdugos no osó mirarles la cara cuando fueron sacados al campo frío, aún con estrellas, de la madrugada; los mismos que contraviniendo el designio de ser convertidos en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada, supieron perder el respeto a ley severa, y, acá o allí juntamente, hoy son llama que sabe nadar la agua fría, retoñar en savia sin otoño y ser piedras de futuras miradas.

 

Fue cuando escribía estas líneas que me pareció una trivialidad pedirles disculpas por las incomodidades edilicias.

 

Bienvenidos a la Universidad Nacional de La Plata y al diálogo transatlántico. Que puedan llevar adelante un feliz y productivo intercambio.

 

                                                                                    La Plata, 3 de octubre de 2011

 

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